1806: Astrid Poole se sienta con su ropa de novia, abrumada por la felicidad. Pero antes de que su matrimonio pueda consumarse, ella es asesinada y el círculo de oro arrancado de su dedo. Sus últimas palabras son una promesa a Collin de nunca dejarlo...
La diseñadora gráfica Sonya MacTavish se sorprende al saber que su difunto padre tenía un gemelo del que nunca supo, y que su tío recién descubierto, Collin Poole, le ha dejado casi todo lo que poseía, incluida una majestuosa casa victoriana en la costa de Maine, que el testamento estipula que ella debe vivir en él durante al menos tres años. Su compromiso se rompió recientemente y se pone en marcha para averiguar por qué los niños fueron separados al nacer y por qué todo se mantuvo en secreto hasta que un sitio web de genealogía lo sacó a la luz.
Trey, el joven abogado que la recibe en la extensa mansión en lo alto de un acantilado, nota la inquietud de Sonya y reconoce que sí, el lugar está embrujado... pero solo un poco. Efectivamente, Sonya encuentra objetos movidos y música sonando de la nada. Ve una pintura de su padre inexplicablemente colgada en la oficina de su tío fallecido y un retrato de una mujer llamada Astrid, a quien el abogado se refiere como “la primera novia perdida”. Cada vez está más claro que Sonya ha heredado mucho más que una casa. Ha heredado una maldición de siglos de antigüedad y un rompecabezas que debe resolverse si hay alguna esperanza de romperlo...
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