Al crecer en los suburbios de Nueva York, Dylan vivió lo insondable: tres años como víctima del tráfico sexual a manos de Vincent, un joven con problemas que prometió casarse con Dylan cuando cumpliera dieciocho años. Años más tarde, mucho después de una investigación policial que no llegó a ninguna parte, y después de que se agotó el plazo de prescripción de los crímenes perpetrados en su contra, la larga sombra del trauma de Dylan aún se cierne sobre la frágil vida en la ciudad que logró construir con su prometido, Moans, que sabe poco del pasado de Dylan. Su existencia continua depende de un mantra muy importante: para sobrevivir, lo vives, pero nunca miras hacia atrás.
Luego, una nueva ley innovadora, la Ley de Víctimas Infantiles, abre un nuevo camino prólogo: una ventana de un año durante la cual Dylan puede demandar a sus abusadores. Pero para alguien que fue traficado cuando era niño, ¿el dinero representa justicia? ¿Su dolor tiene un precio? A medida que Dylan se ve obligado a recordar lo que le sucedió y tratar de dar sentido a su pasado, comienza a explorar un mundo de baños, clubes y apartamentos de extraños alimentado por las drogas y el sexo, solo para emerger, apenas con vida, con una nueva claridad de propósito: una justa determinación de contemplar, inquebrantable, a los hombres brutales cuyos rostros lo han perseguido durante una década, y términos para obtener justicia por su cuenta.
A veces desgarrador, lírico y hermoso, el debut de Hertz ofrece un vistazo inicial a la revelación del trauma y la luz que se asoma, débilmente y, a menudo, de manera sorprendente, desde el otro lado de la ventana.


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