Lo lamento, pero uno tiende a comparar entre los dos, la autora no logra el efecto maravilloso que con el primero. Espero que con el siguiente mejore, pues la fórmula del primero era perfecta, igual que un buen vino, completamente equilibrado. En este solo nos alcanza para un Pipeño nada más, bueno, tal vez el común Cabernet Sauvignon.
En lo léxico y gramatical, nada que decir, el hilo conductor, el tempo, etc., está bien. Lo que falto fue la chispa, fue su estilo de escritura, a ratos no parecía que ella lo hubiese escrito.
El libro es la historia entre William el hermano gemelo de Bruce y socio de este, Hailey, una mujer que trata de salir adelante con su pastelería. Estos dos mundos completamente distintos colisionan de forma bastante particular y en el momento justo.
La historia de ellos se desarrolla de una manera bastante peculiar y él como el mujeriego que es solo desea probar la cereza de Hailey. Ella solo desea decirle que no desea nada de él…. O tal vez, si, tal vez, también le gusten las cerezas, no lo tiene claro y deberá descubrirlo.
Una historia romántica con un poco de erótico, una como tantas, tal vez eso fue lo que me desilusionó, que de ser la primera entrega brillante, este segundo libro cayó en la rutinaria novela romántica.
Bueno, como les digo, siempre léanlo ustedes para que se formen su propia opinión. Vamos por el siguiente.
Por Haru Ronin
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Sinopsis:
Una nueva forma de endulzar tu postre.
¿Que cómo la conocí?
A ver, un caballero no alardea.
Menos mal que yo no soy un caballero.
En primer lugar, pagué por su cereza… (su tarta de cereza, aunque no viene a cuento).
Luego la desfloré.
¿Después? Le dejé mi tarjeta de visita y salí de allí pavoneándome.
Sí, ya ves que lo nuestro fue un flechazo.
Hailey
¿Que cómo conocí a William?
Entró en mi pastelería, compró una tarta de cereza, robó un jarrón de flores (que sigo saber para qué las quería) y me dejó su tarjeta de visita.
Antes de decirte lo que hice con la tarjeta de visita, debería dejar algo claro: William no podía haber aparecido en peor momento.
Mi pastelería iba cuesta abajo.
El asqueroso de mi ex no me dejaba tranquila.
Ah, y era una virgen de veinticinco años, un detalle con el que mis amigos no dejaban de darme la tabarra.
Arreglar el problema de mi virginidad con William sería como matar moscas a martillazos. Una exageración, pero de las buenas.
William estaba tan bueno que no era normal, tan bueno que las mujeres hacían cosas que tampoco eran normales. Tan bueno que me llevó a hacer locuras. Como pensar que a la mosca no le importaría morir a manos del martillo de William y de sus duros abdominales. Y ya somos dos.
Así que lo llamé.
A lo mejor lo hice en contra del sentido común. A lo mejor estaba a punto de darme un batacazo.
Sabía que acababa de meterme en un buen lío cuando soltó una carcajada y dijo con esa voz tan ronca y sensual por teléfono:
-Todavía me tienta tu cereza. ¿Haces entregas a domicilio?
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Biografía:
SIN INFORMACIÓN
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Gracias!!!
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